martes, 5 de febrero de 2013

Diario: Madrugada del Miércoles 6 de Febrero 2013

Soñé con Alfredo.

La semana pasada soñé que volvía a andar con Alfredo y que teníamos una relación igual o peor que la inexistente que hubo antes. Me desperté... Volví a dormir, soñé con Rodrigo y con su mamá que ya no vive. Un sueño completamente extraño. Me quedé de malas el resto del día.

Por la tarde de ese día no pude evitar recordar a Angel y lamentarme de nuevo, después de... ¿un mes? No lo sé pero fue incluso enfermizo para mi. Me sentí mal. Por la noche fui con mis padres al supermercado, me hallaba sin ganas, aburrido. Acompañé a mi madre al pasillo de cocina y mientras ella buscaba un colador yo pasé por los aditamentos de repostería. Pistolas. Batidoras. Cortadores. Refractarios. Barillas. Moldes. Moldes... Moldes para galletas. Moldes de corazones, moldes de nubes, moldes de círculos, moldes de estrella... Moldes de Micky Mouse. Los puse en el carrito sin pensarlo dos veces y me fui a esperar a mis padres en la fila de las cajas, esperando a que llegaran a pagar.

Al dis siguiente me levanté a las diez u once. Me pregunté que haría en mi ultimo día de vacaciones y busque la receta de las galletas de mantequilla, quería hacer unas como aquellas que vienen en latas decoradas con motivos navideños, busqué recetas, quería algo no tan sencillo. Hallé una que me agradó, me paré de la cama y fui a la cocina. Mis padres cocinaban platillos distintos, llenaban aquel cuarto entre picar, bailar, moler, brincar, asar. Tomé todo lo necesario: harina, fécula de maíz, la clara de un huevo, azúcar glass, mantequilla, extracto de vainilla, sal.

Entre mezclar y mezclar no olvidé el catorce de febrero, el terrible catorce de febrero. Lo odio desde que no estoy en la secundaría, desde que no tengo amistades falsas con regalos caros esperando unos aún más caros. Extraño recibir regalos y creer ciegamente que tenía amigos. Debía agregar el huevo y el extracto de vainilla ahora. El catorce de febrero durante la prepa fue soportable, intercambios, y convivio, después las tres o cuatro cartas de cada año de algún "Admirador anonimo" que se me declaraba, desde la secundaría las recibía, ahora venian con condones o lubricantes de cinco pesos.

Agregar la harina a cucharadas, decía la receta. Cucharada numero uno. El catorce de febrero del año pasado no estuvo mal... no hice mucho, nada más allá de soñar con recibir globos... sólo recibí paletas, pero admito que las agradecí bastante. Cucharada numero dos. Supongo que si quiero un catorce de febrero distinto he de hacerlo yo mismo. Cucharada numero cuatro. La verdad es que no me costaría nada darles detalles a todos, amigos o no. Simplemente por estar ahí, por convivir conmigo, no necesitamos más razón para celebrar que por haber cruzado miradas, aunque fuera sólo una vez. Quinta cucharada. Podría hacerles cartas a los conocidos y regalar algo pequeño a los aún no conocidos. Podría hacerles sentir bien y eso me haría sentirme bien sin querer, también.

Para cuando había terminado la masa, la había separado y estaba enfriandose en el congelador, ya me encontraba buscando en internet más recetas de galletas para el catorce de febrero. Me propuse ser distinto, como lo había estado pensando antes, dejar mi timides atras, ser más sonriente, menos ensimismado y más alegre. No busco ser más feliz, sólo mostrarme de una manera más amable. No tan crudo, ni tan frio, ni tan raro.

Documenté todo el proceso de las galletas en Twitter y para cuando salieron del horno, mucho amigos me pidieron. Pensé en llevar galletas al día siguiente.

El día siguiente fue ayer, ayer martes. Olvidé las galletas por la mañana, no tuve la clase que debía tener y me quede afuera platicando. Regresé a mi casa con dolor estomacal, no sé si fue el desayuno o la cena. Me sentía mal. Vomité un par de veces pero el dolor continuaba. Me recosté un poco y en dos horas ya estaba en la escuela de nuevo, con mis galletas.

No encontré a NADIE, de mis amigos, la unica chica que yo conociera no come nada de producto animal y las galletas tienen huevo. Me sentí muy triste. Salí temprano de aquella clase, vi a un compañero y no pude evitar sonreír al pensar que debía ofrecerla galletas... me dirigí hacia él, contento y esperanzado, pero algo me detuvo, no lo sé por un momento me sentí muy intimidado a causa de lo feliz que lo veía a el. No quise perturbarlo, tuve una crisis, me sentí mal y me fui a casa corriendo. Las galletas se rompieron.